Y nada fue igual dentro de cuatro meses.
Ahora que nos veíamos a diario
El deseo ya no abrió sus alas de gallina asustadiza.
esta orquídea ya no morirá deshojada
al pulso de la lluvia ácida.
Ya no escuece en mis oídos este puño de avispas
Enloquecidas por una gota de tu miel
Se cayó el puente que cruzaba la memoria
Y esta muda con palabras de azogue ya no calla nada
A los cuatro vientos.
Ahora Mírame al espejo,
No digas nada, sólo mira la muesca
demiparati
en el fondo de mi…
de mí.
Encontrarás la urna funeraria de mis huesos
Roídos por gusanos
Yertos de hambre y de sed.
Habrá un corazón marchito
Y un alma agazapada en su vientre macilento
que respira a podrido,
y un listón solferino que ata mis ojos
que a diario pierden a cabeza por ti.
osge110212.
martes, 21 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
TESEO
Tenderme sobre tu cuerpo
y pedir tormentas,
precipitar volcanes:
acabo de recordar tu sabor agrio,
tu respiración en llamas,
tus manías y gemidos,
tu inclinación hacia mí,
es decir,
hacia mi cama,
y hacia estas palmas
que te conocen como manos de ciego:
llanto, de gozo, de orgasmos,
de rosas blancas en mi espejo.
Pero desde que te fuiste
desaparecieron los frutos, las aves, los ríos,
las estrellas, los fusiles,
las naves de gardenias que navegan
en el laberinto de las olas,
en el laberinto de tu cuerpo
en el que quedé atrapado
sin una Ariadna para mí.
Grissel Gómez Estrada
viernes, 10 de febrero de 2012
jueves, 9 de febrero de 2012
CIBERSEXO
Hoy hundiré mis uñas como dientes
una palabra
un recuerdo
una herida
descubierta
el placer de una mentira
endulzarte los ojos,
lengua húmeda y sedienta,
¿cómo puede ser?
se prepara saloamarga
¿aquí?
corazón afrutado en mis caderas
¿late?
un hueco sin acentos
que me hace abrir los ojos para topar de frente
un presentimiento de sabores
imagino
una textura como cena robada
¿para mí?
que no quise salir a cazar
aunque tengo una presa
una semilla envuelta
tejida
debajo de la lengua
paulatina (entiendo esa palabra ahora)
para hallar las costuras
punto ciego
sumergir(me)
tan engañoso, divertido o ritual
alucinógeno milenario
en mi sexo
arqueado
atravesar (te)
el corazón con mis palabras
apropiarmedetumiembroconmisdientesenvueltosporloslabioscansadosdeestarensilencio
tiemblo
el poder que provoca un pensamiento
el deseo es también un nombre
repítelo mil veces
mientras dañas con el hierro
de tu miembro
las palabras nonatas
disueltas
guturales
primitivas
como una criatura que grita
su callado placer desde la sombra
Zindy Rodríguez
miércoles, 8 de febrero de 2012
TRES POEMAS
I
A poco de andar se detiene:
ha nacido muerto
el corazón
del hombre dibujado.
II
QUIEN
Escucha y ve
el río de las tres orillas
recuerda y ve
el batir de alas el grito
el instante.
III
Aullido de Piedra Madre
revienta desde sus entrañas:
una semilla de frío
nos dejó la Muerte.
Franklin Farell
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
COMENTARIO A UN SONETO DE QUEVEDO
(Amante agradecido de las lisonjas mentirosas de un sueño)
¡Ay Floralba! Soñé que te... ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue, que te gozaba
¿Y quién sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?
Mis llamas con tu nieve y con tu hielo,
Cual suele opuestas flechas de su aljaba,
Mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
Como mi adoración en su desvelo.
Y dije "Quiera Amor, quiera mi suerte
Que nunca duerma yo, si estoy despierto,
Y que si duermo, que jamás despierte".
Mas desperté del dulce desconcierto,
Y vi que estuve vivo con la muerte,
Y vi que con la vida estaba muerto.1
Trataré de hacer más que una interpretación una lectura. El principio del primer verso, "¡Ay Floralba!", parece un suspiro que marca la presencia de la interlocutora, que después conoceremos como la amada. "Soñé que te...", el verbo soñar nos está indicando una separación entre la imaginación y la realidad; y al decir soñé, indica que está rememorando el sueño y al mismo tiempo se lo platica a Floralba. La pequeña turbación que se plantea con los puntos suspensivos y la pregunta "¿Dirélo?" nos mantiene en suspenso por saber de qué se trata, parece un guiño de la voz lírica. Si pensamos que el amor cortés pide del amante guardar el secreto de amor, podemos justificar tal turbación; aunque en el siguiente verso es vencida, ya ha sido puntualizada.
A la voz lírica la podemos calificar de indiscreta, pues menciona el nombre de la amada y lo que hizo con ella. Pero más adelante el yo lírico salva la imagen de la amada al decir: "con tu hielo".
El yo lírico antes de decirnos cuál fue el sueño, remarca que se trata de un sueño: "Sí, pues que sueño fue," y posiblemente trata de justificar su indiscreción, pues a final de cuentas el hombre no controla sus sueños. Es importante ver que cuando alguien sueña puede realizar actos que despierto difícilmente puede realizar, tal vez por eso se plantea como un sueño el contacto entre el yo lírico y Floralba, porque despierto no puede llegar a suceder.
En la palabra "gozaba" existe una gran ambigüedad, porque, como señala Alexander Parker, puede tener dos significados: el gozar a Dios o gozar a una mujer2. Como vemos, la palabra denota dos polos extremadamente opuestos, pues por un lado se refiere al cielo (entendido como el lugar donde está Dios) y por el otro se refiere al plano terrenal (el amor a la mujer), significados que se encuentran mezclados en una sola palabra.
La pregunta retórica "¿Y quién sino..." nos habla de la unión irreconciliable entre el cielo y el infierno, pero esa conjunción solamente pueden llegarla a realizar los amantes. Que también puede sugerir el gozo de la mujer que nos lleva al gozo de Dios. El cielo y el infierno van adquiriendo una gran variedad de significados dentro del contexto, pues por un lado puede indicar la idea del bien y del mal, la plenitud que se vive por la correspondencia de la amada o el "infierno" que se sufre por el desdén de ella. Por otro lado, en el plano individual, el alma puede indicarnos la idea del "cielo", y el cuerpo se refiere al "infierno", que después de todo están unidos, pues de estas dos esencias contrarias está conformado el hombre, y cuando sufre el alma también padece el cuerpo3.Hasta llegar al plano de la ficción y la realidad, punto primordial, a mi parecer, para el desarrollo del soneto, porque no hay una seguridad para afirmar qué es mejor, o para identificar a la imaginación con el cielo o el infierno o a cuál de estos dos puntos se refiere la realidad.
En el segundo cuarteto el yo lírico identifica al fuego con la pasión que lo quema. La pasión puede ser los deseos sexuales o sentimientos hacia la amada; pero lo más importante es que tales sentimientos no se vieron instigados por un desliz o liviandad de Floralba, sino por el contrario, ella se muestra fría y desdeñosa: "Mis llamas con tu nieve y con tu hielo".
Las opuestas flechas que aparecen en el cuarteto se refieren a las flechas que el dios Amor, Cupido, llevaba: las de oro atraían al amor, las de plomo lo hacían huir. Además "honesto las mezclaba" el dios Amor. Ante la gran diversidad a la que pueden referirse las "flechas opuestas" y el "honesto las mezclaba", sólo tomaré las que de alguna manera siguen la línea de este trabajo, aunque cabe aclarar que existen más interpretaciones. Las flechas opuestas pueden estar asociadas con el cuerpo y el alma, puesto que son de naturaleza y objetivos opuestos, aunque estén juntas.
Tal vez al decir "honesto las mezclaba" nos esté hablando, la voz lírica, de la honestidad de unir cuerpo y alma sin que existan agravios, y sólo así los objetivos de los dos se encaminen a una misma dirección. Pero también puede sugerimos la unión "honesta" del deseo carnal y el amor espiritual dentro del individuo para unirse a una mujer, es decir, esos dos planos opuestos los une para mostrarnos otra forma de relacionarse con la amada.
Como vemos, la voz poética pasa del desenfado y el deseo sexual del primer cuarteto al amor espiritual en el segundo. Y de esta manera, lo que nosotros pensábamos que se iba referir únicamente a la sexualidad, cambia de dirección y nos instala en el amor espiritual (amor metafísico).
El último verso del cuarteto es muy importante, porque al manifestar que las flechas opuestas las mezclaba en su desvelo, nos muestra que después de haber despertado, en su estado de vigilia, todavía continúa pensando en la honestidad de la unión con Floralba; es decir, la honestidad del sueño permanece cuando se encuentra despierto sin ningún remordimiento. Creo que es importante recalcar que dentro del desarrollo analógico de los sueños no hay vestigios sociales que impidan el contacto entre la voz poética y su amada. Y si no aparecen es porque no le importan, pues, podemos deducir, la unión entre el hombre y la mujer debe estar regulada por los sentimientos de ellos.
En el primer terceto queda planteada una gran incertidumbre por no lograr identificar si está dormido o despierto el yo lírico; para que suceda esto, primero el dios Amor y la suerte de la voz poética deben estar en armonía, para mantenerse en ese estado de plenitud que logró en el sueño. Hasta aquí el desarrollo del soneto nos plantea la unión de opuestos, tales como el placer sexual, en un primer momento, aunado al amor no carnal (amor metafísico) después. Tal vez se refiera a la unión armónica del cuerpo al alma que se encuentran en una misma dirección; de esta manera se soluciona el problema de los objetivos de cada uno, puesto que lo bueno para el alma también va a ser agradable para el cuerpo.
Uno de los puntos trascendentales es ver que tanto el sueño (si está durmiendo) como el estado de vigilia (si está despierto) son elementos que se niegan e interrumpen el estado de plenitud exaltada en la que se encuentra la voz poética; porque no puede estar despierto y durmiendo al mismo tiempo, la voz lírica al no saber en cuál de los dos puntos está (realidad o imaginación) pide que se afirme un punto para que se niegue el otro, no importándole, en este momento, cuál de los dos sea con tal de que dicho estado permanezca.
En el segundo terceto, vemos que la voz lírica despierta, pero ese despertar puede ser entendido como "comprendí". Entonces el sueño tiene, para la voz, un carácter revelador, como lo plantea Elsa Cross4, pues mediante el sueño se le revela el amor a la amada, incluso al despertar llega a otro nivel de concepción de la "realidad". Pongo entre comillas realidad, porque no sabemos cuál es la verdadera, debido a que la voz poética eleva el sueño a la categoría de realidad.
En los dos últimos versos del soneto, el yo lírico sí se inclina por la plenitud que alcanzó en el sueño, pues despierta y encuentra que su realidad es totalmente adversa a la del sueño. Esto lo lleva a afirmar que comprendió "que con la vida estaba muerto". Para intentar explicar: "Y vi que estuve vivo con la muerte,/ Y vi que con la vida estaba muerto." podemos entender a la muerte como un sueño y el estar vivo como "estar despierto" .Así, dormía (es decir, el yo lírico estaba muerto), pero comprendió que vivía, porque en tal estado amaba y gozaba a Floralba con honestidad. Pero al despertar (es decir, está vivo) se da cuenta que no goza aunque ame a la amada, y tal sentimiento lo identifica con la muerte.
El gozar y amar a Floralba es la verdadera vida para la voz poética. Si miramos esto a la luz del cristianismo, donde el acto sexual está encaminado meramente a la reproducción y no al placer -incluso es mal visto- y que necesariamente está desligado del amor espiritual, vemos que el poeta nos presenta la unión del amor y la sexualidad sin que se agravie a Dios.
NOTAS:
1 Quevedo, Francisco de. Poesía varía, introd. y notas James O. Crosby, REÍ, 1973 (Letras Hispánicas, 134), p.223.
2 "Gozar era una palabra especialmente ambivalente: se podía decir gozar de Dios (contemplarse cara a cara en la visión beatífica) o gozara una mujer". Parker, Alexander. La filosofía del amor en la literatura española 1480-1680, trad. del inglés por Javier Franco, Cátedra, Madrid, 1986 (Crítica y Estudios literarios) p.185.
3 ".. .en el orden de los valores, en que lo bueno para el cuerpo puede ser malo para el alma, y lo bueno para el alma puede ser malo para el cuerpo". Ibid., p.178.
Elsa Cross al hablar de El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, escribe: "En principio resalta la importancia del sueño, en doble relación con la naturaleza y la poesía, como fuente de revelación poética, como puerta que se abre a un universo que posee vida propia una vida auténtica y profunda para cuya aprehensión es necesario el silencio de las facultades diurnas". Cross, Elsa. La realidad transfigurada, UNAM, México, 1985 (F.F, y L, Seminarios), p.20. Es muy importante ver que este punto se cumple en el soneto de Quevedo, pues el sueño tiene una función reveladora. Y recordemos que la voz lírica se encuentra rememorando el sueño y podemos entenderla como una actividad diurna
Juan Antonio Pacheco May
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
HISTORIAS NATURALES
Estando sentado en una banca, mi mano, misteriosamente, se halló asida a una nalga.
Ahora supongamos lo contrario de lo que versa el catecismo:
"Y Dios preñó a la Virgen, la cual tuvo el orgasmo más extraordinario de su vida"
Entonces en los instantes ficcionales del Meditador un ser estrafalario apareciócele. No es vano decir que su panza, enorme por cierto, estaba pintada con unos circuíos concéntricos al ombligo. Uno azul, el más grande; otro anaranjado, el mediano, y el que rodeaba al ombligo era amarillito, o sea el más chico. Este ser dijo al Meditador:
"Siento decirle, señor Meditador, que La Chingada lo espera y ni siquiera tiene derecho a contar los pasos de aquí a allá, ni de pintar su panza como la mía."
Cuando sentados en la playa aprecióse la chica y preguntó que había en la cajita, Barton Fink contestó que una cabeza cercenada hace dos días. La muchacha lo miró y le dijo: "Me sorprendes, Barton, a veces en serio me sorprendes". Barton me miró y dijo: "La incomunicación, eso es, quién hablaba sobre la incomunicación". Todos nos quedamos viendo el ir y venir de las olas sin decir palabra.
Se supone que ver las estrellas en una oscura noche de abril, sin luna y lejos de la ciudad provocará que en alguna parte de tu cerebro se ilumine el ojo de Kundalini. Entonces se podrán ver cosas nunca antes vistas como la explosión de una mano desde el interior o la versión de "La fuerza del cariño" según Pasolini.
Cuando El Visitador de cementerios se fue de Utopía dijo: "De todos encontré la tumba menos, la de Sir Thomas Moro".
Se le reprocha al Observador de estrellas que en ciertas ocasiones confunde al Toro con el Carro del Burócrata y Orión con la constelación de las Pléyades. Sin embargo, El Observador se defiende y argumenta:
"Se está propenso siempre a caer en el error cuando la dimensión de la investigación es fastuosa. Ustedes comprenderán que la búsqueda de la luz primera, de los residuos de la esfera primordial, es agotadora pero no por ello fascinante y estimulante; por tanto la sombra del error puede estar presente. El buscar el último suspiro del silencio, el que se ahogó en el sonido de la Gran Explosión, es una tarea, como comprenderán, de vital importancia, pues no busco estupideces, busco el origen de "todo", de todo lo que ves. Entonces comprenderán que un error es probable. Pero... un error, un simple error en esta investigación, se tornaría... abominable... horroroso..."
Memorándum: "Señor Qfwfq. Se le comunica muy atentamente que al próximo juicio que usted formulé la garganta le será arrancada, sus libros serán confiscados y sus historias (los cuentos con estructura de historieta, los barones rampantes, medios vizcondes y sus ciudades invisibles) serán quemadas."
En el baile Barton Fink grita: "Este es mi uniforme -se señala con el dedo la cabeza- con esto lucho. El pensamiento es mi arma". Entonces todos nos enfrascamos en una riña enorme, emulando otras guerras y simulando otras batallas. El duro golpe que recibo en el hígado por parte de un marinero rabioso me hace recordar que en cierto lugar del planeta se encuentra un punto exacto en donde confluyen todas las corrientes telúricas (el umbillicus) el lugar donde el Grial está enterrado y donde todos los números y las permutaciones de esos números se multiplican dando como resultado el número exacto de granos de arena y polvo que hay en el universo.
El Meditador medita: "Si me pinto la panza como este individuo, alguien querría hacer una película de ello, entonces correré el peligro de desvanecerme como el aroma de la plata o terminar quemado por un cinematógrafo defectuoso y viejo."
Cierta noche, durante una plática familiar en el lindero del terreno, un sujeto nos dio las buenas noches y se sentó frente a la fogata en donde se asaban elotes tiernos y papas. Con el recién llegado se entabló una plática que duró toda la noche. Se habló de subterráneos que cruzan el planeta y los monstruos que en ellos habitan, de laberintos majestuosos, conciliábulos de Iniciados, planes herméticos y venganzas milenarias. Al amanecer el individuo se despidió de nosotros. Al irse, pregunté al abuelo quién era aquel viajero."Tengo mis dudas -dijo el abuelo- sobre el verdadero nombre del forastero. Hace cuarenta y cinco años hablamos en este mismo lugar, de los mismos asuntos y era exactamente el mismo. No ha envejecido. Creo que pude ser El Judío Errante o el Conde de Saint Germain o puede que sólo sea una invención de nuestra flojera para no cuidar la huerta por las noches"
Tómese esto como otra micro ficción:
"Estando sentado en una banca, una mano, misteriosamente, se halló golpeando mi mejilla".
Marco Antonio Rivera
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
UN POEMA
La cera de tu piel
escurre por mis dedos,
me empapa de tibieza..
Cierro los ojos.
Tu resplandor de luna
destila cera intacta
dentro de mi.
Y me voy dejando en el abandono
entre tu lisa superficie.
Duermo
Belthe
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
escurre por mis dedos,
me empapa de tibieza..
Cierro los ojos.
Tu resplandor de luna
destila cera intacta
dentro de mi.
Y me voy dejando en el abandono
entre tu lisa superficie.
Duermo
Belthe
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
LA EXTENSIÓN DEL INFIERNO
17 de noviembre
Hace unos días me quedé trabajando hasta muy tarde. No esperaba recibir una llamada telefónica a la una de la mañana; mucho menos de Ramón Carvajal, a quien no veía en un año. El gusto de escuchar nuevamente a mi mejor amigo en toda la carrera, la maestría y doctorado, me hizo olvidar que se trataba de una hora inusitada para hablar por teléfono. Platicamos cerca de una hora, lo mismo: tiene sus clasecitas en la universidad y su plaza de investigador. Desde esa conversación sospeché que Ramón no era el mismo de la plática como silenciosa, suave y serena. Sus frases parecían romperse por un constante nerviosismo o de pronto parecía que se quedaban agazapadas en el fondo de la garganta, temerosas de salir. Acepté su petición de ir a su casa por el deseo de verlo y charlar más ampliamente, pero también por el deseo inconsciente de comprobar mi sospecha. Me dijo que me llamaría para avisar cuándo me esperaba. Debe tratarse de algo urgente (no creo que sean sólo las ganas de verme) porque hoy me volvió a llamar.
19 de noviembre
No quise pensar, de momento, que el sujeto que me recibió hoy en la puerta de la casa de mi amigo Ramón fuera el Ramón de las brillantes calificaciones en la escuela, el Ramón al que todos auguraban un gran éxito en las matemáticas puras, el Ramón con el que conquisté muchas chicas; sin embargo, la voz a espaldas de aquel sujeto, que me decía pase don Víctor, me aseguró que este era el lugar que buscaba y que el tipo enjuto, ojeroso, desaseado y casi jorobado, era mi amigo. Nos sentamos a platicar en la sala; la esposa de Ramón es igual de alegre pero se nota algo cansada. Ramón daba la impresión de no estar interesado en lo que platicábamos. Luego de que Sandra se disculpó para retirarse a su trabajo, Ramón me invitó a pasar a la biblioteca. Creí que era el momento de invitarlo, como otras tantas veces, que entrara a la empresa donde yo trabajo. Lo que él necesita es retirarse de la heroica investigación y comenzar a ganar un buen sueldo con menos esfuerzo, además con su inteligencia pronto
alcanzará mejores puestos. Pero fue inútil, Ramón no me dio oportunidad de hablar; inmediatamente después de cerrar la puerta me dijo con tono de súplica: "Necesito tu ayuda". Caminó con pasos desordenados a su escritorio y sacó un carpeta repleta de hojas. Se volvió a mí, sudaba y se deshacía en ademanes como si quisiera explicarme algo. De las frases que yo imaginaba hechas un ovillo en el fondo de su garganta, una logró escapar: "Revisa esto, por favor" al tiempo que me extendía la carpeta. En ese momento no me interesó revisar su contenido, sino descubrir en el rostro demacrado de mi amigo la causa de su turbación. Me di cuenta de que los signos de su rostro, antes claros, eran ahora indescifrables y sólo me sugerían una profunda angustia. Me acerqué a él, logrando sobreponerme a las circunstancias y palmeándole la espalda le dije: "No te preocupes, lo revisaré". Aunque no sabía entonces qué significaba eso de que yo "revisaría" aquellas hojas. Ramón cayó pesadamente en el sillón, hundiéndose en una completa inmovilidad. Supuse que debía marcharme. Cuando abría la puerta, me volví al escritorio; Ramón seguía inmóvil, con el rostro tenso.
20 de noviembre.
El trabajo me absorbió tanto que no pude revisar ayer las hojas de Ramón, no obstante la curiosidad que tenía. Hoy que regresé de la oficina, Lorena me avisó que me llamó Ramón; a ella también le extrañó su actitud, me preguntó qué le pasaba. Repuse que nada, cosas de su trabajo, quería que le ayudara con una investigación. "¿Tú?", me preguntó asombrada, "pero tú qué sabes de las investigaciones que hace Ramón". Eso me enfureció, quise contestarle que yo, como Ramón, también había hecho mi doctorado, que también había estudiado matemáticas en el extranjero y que también trabajé dos años en el mismo instituto que Ramón; pero preferí ahorrarme explicaciones y decidí encerrarme en mi estudio a llamar a mi amigo. Me contestó él mismo; sin esperar a que lo saludara me espetó: "Víctor, por favor, sólo ocúpate de lo matemático". Sin que aún terminara de asimilar aquellas palabras, Ramón agregó: "Gracias, Víctor, gracias", luego colgó. Me quedé largo rato con el auricular pegado al oído como si aquellos ruidos intermitentes tuvieran que unirse en algún momento para formar una voz que me explicara que significaba eso de "sólo ocúpate de lo matemático". ¿Qué otra cosa podía hacer yo, como matemático, sino precisamente "ocuparme de lo matemático"?
Comencé a revisar las hojas como a las nueve de la noche. Estaban numeradas hasta el quinientos diez, todas ellas llenas de operaciones, la mayoría conocidas para mí. Lo que empezó a inquietarme fue que todas estaban acompañadas por una simbología completamente extraña para mí. Intenté encontrar una regla común que las explicara, pero eso me fue imposible. Recordé entonces lo que me dijo Ramón y abandone el intento. Esas hojas me daban la oportunidad de reencontrarme con lo que había guiado la mayor parte de mi vida hasta que formé una familia: las matemáticas. Pasé largas horas revisando aquello, sin darme siquiera cuenta a qué conducían las innumerables operaciones. Me preocupé más por consultar mis libros, ya olvidados para aclarar o recordar algunos procedimientos, que preguntarme algo más importante, algo que sólo ahora que escribo esto me pregunto: qué le ocurría a Ramón que me pide después de un año sin vernos que le revise unas hojas comprensibles a medias... comprensibles "sólo en lo matemático".
24 de noviembre.
La revisión de las hojas de Ramón, me ha ocupado en todos el tiempo libre que me queda fuera del trabajo. El jefe me pidió que viajara a las instalaciones de Chiapas a dar no se qué asesorías; con mucha pena le dije que no podía. Noté que se quedó pensativo, preocupado, como si me desconociera. Hoy me di cuenta que de unos días acá he estado más sensible. Lorena me reclamó ayer no sé qué cosa, no le puse atención. Cuando termine el asunto de Ramón tengo que pedirle una disculpa. Ramón me ha estado llamando diario como a la una o dos de la mañana. Cómo me gustaría que fuera para saludarme, para preguntarme de la familia, del trabajo.. .pero inva dablemente es para preguntarme, con una voz que cada vez se apaga más, sí he encontrado algún error. Le contesto que no y un silencio tenso y áspero nos distancia. Ramón lo rompe con dificultad, casi con sacrificio...me dice que me lo agradece que siga revisando. Empiezo a imaginarme que Ramón desea que encuentre algún error, que todo ese trabajo que me pidió es sólo para encontrar uno. Por qué no pregunta si va todo bien, si las operaciones son correctas. Ayer fui yo quien rompió el silencio para avisarle que el sábado le llevaré sus hojas.
Mientras hablaba noté que su respiración se agitaba incomprensiblemente y luego sin contestarme colgó ruidosamente, casi con violencia.
26 de noviembre.
Ayer creí haber encontrado un error. Sin esperar a que Ramón me llamara, yo lo hice. Eran como las ocho, me contestó Sandra, me dijo que Ramón estaba dormido, que no ha dormido bien estos últimos meses, no sabe qué le pasa y no quiere ir al doctor. No quise preocupar más a Sandra habiéndole de las hojas, era seguro que no supiera que la causa del estado de Ramón eran esas hojas; tampoco le pedí que lo despertara. Esperé a que Ramón me llamara en la madrugada: la misma voz que me preguntaba si había un error y yo diciéndole, algo que seguramente no le interesaba, que le había llamado, que había platicado con Sandra, que sería bueno organizar una reunión con nuestras esposas; pero él se empecinaba en no decir nada, en esperar una respuesta que ya adivinaba. Sin permitir que el temido silencio se tendiera entre nosotros le dije con cierta inseguridad "creo que encontré un error...pero no estoy...", sin dejarme continuar me respondió con la misma voz angustiada "en la página cuatrocientos cincuenta ¿verdad?". Tomé la hoja que había estado revisando y en efecto se trataba de la hoja que decía Ramón. Iba a preguntarle cómo es que lo sabía, cuando empezó, por primera vez en todo este tiempo, a explicarme algo. Pero de que servía si me hablaba con frases entrecortadas, ininteligilibles la mayoría de ellas. Hubiera querido calmarlo y pedirle que me explicara punto por punto, pero el bombardeo de frases me impedía pensar con calma: "mira, Víctor, parece que es un error pero...como ves es la hojas más borroneada, la he revisado...el libro de Hacking dice que...el procedimiento de Grane es el más correcto...es una operación engañosa.. Revísala bien Víctor.. .por favor Víctor, no creo que haya error.. .por favor revísala". Luego los ruidos intermitentes que eran como las frases de Ramón, indescifrables.
Tengo que revisar los libros de Hacking y Grane. Recuerdo vagamente que eran los matemáticos preferidos por Ramón, a mí me parecían muy complicados. Pero tengo que revisarlos...creo que tengo algunos libros de ellos.
29 de noviembre.
Son las nueve. Hoy me voy a dormir temprano, estoy rendido. Le hablé a Ramón. Ahora yo le espeté "Tienes razón, Ramón, la operación es correcta. Revisé a Hacking y Grane; por cierto que voy a empezar a reconsiderarlos. Mañana te llevo las hojas". Estaba dispuesto a no soportar el silencio de Ramón y estaba a punto de colgar cuando Ramón con una voz que temía que de algún momento a otro se apoderara de mi amigo, con una voz que se quebraba y bordeaba los límites del llanto me dijo "Mañana te espero, Víctor". Ambos colgamos inmediatamente.
30 de noviembre.
Desperté a las seis. Me quedé hasta las ocho en la cama ya sin poder dormir. Luego bajé a desayunar; Inés me preguntó si había dormido bien, no le contesté. Me vestí con prisa, siempre pensando en las hojas, los signos nunca descifrados, los errores que no encontré. Me encerré en el estudio a ordenar las hojas; de vez en vez mi vista se aferraba a alguna de ellas, mientras pensaba que todos aquellos números, signos, símbolos, no significaban nada. Pensaba sin mucha convicción que sólo hasta que las entregara a Ramón cobraría una dimensión real. Permanecí largo rato sentado frente a mi escritorio. Los libros regados por aquí y allá, los cuadros de figuras geométricas, los sillones cubiertos por el periódico intacto de ayer, de antier, de toda la semana, la lámpara, todo, mi trabajo, Lorena, todo se volvía nuevamente claro, concreto, real. Estaba decidido a olvidarme del asunto. Pensé incluso arrancar las últimas hojas del diario. No me di cuenta pero estuve ensimismado quizá hasta una hora. Luego me interrumpió Lorena, creo que iba con su madre; le pedí que me pasara a dejar a casa de Ramón. Llegué como a las doce. Abrió Sandra; me dijo que le preparaba el desayuno a Ramón, supuse que acababa de despertar. Me senté en la sala, Sandra gritó desde la cocina que Ramón estaba en la biblioteca. La puerta estaba entreabierta, caminé hasta el escritorio sin hacer ruido. Ramón estaba dormido, la cabeza le caía hacia atrás. Me senté en un sillón y comencé a recorrer con la vista la biblioteca: todo estaba desordenado, sucio, maloliente. Había tazas y platos regados por todas partes, libros abiertos amontonados en el escritorio, la lámpara despedía una luz desganada, de la pared colgaba un pizarrón en que estaba dibujada un circunferencia rodeada de operaciones, números...de golpe me di cuenta que no había soltado en ningún momento la carpeta, la tenía entre mis manos que sudaban. Volví a escuchar, ahora más apagada, la voz de Sandra: nos llamaba desayunar. No respondí; Ramón levantó los párpados con pesadez. Brincó del asiento cuando me vio frente a él, le pedí disculpas al instante. "¿Cómo estás Víctor?, me preguntó caminando hacia mí. Me extendió la mano, la estreché y , casi sin pensarlo, le alargué la carpeta. Agachó la cabeza y así se quedó largo rato. Comenzó a temblar. Cuando se repuso fue a cerrar la puerta. Me miró interrogando más que a mí a mi rostro, sin embargo fui yo quien le respondió que no había errores. Ramón se sentó y con los codos apoyados en el escritorio y las manos oprimiendo la cabeza, comenzó a llorar. Me estremecí: el espectáculo de ver a Ramón llorando me producía una angustia desconocida. Le di la espalda y caminé por donde el desorden me lo permitía. Luego me acerqué a Ramón y tomándole por los hombros le pregunté con aspereza: "¿Qué significan las hojas Ramón? Dime qué significan". "Estoy loco, estoy loco, Víctor, eran las palabras de Ramón que parecían originarse en el mismo lugar que las lágrimas. No insistí, me fui a sentar al sillón. Ramón se quitó los lentes y se secó la cara. Trataba de serenarse, respiraba hondamente. Me dijo en voz baja y quebradiza: "Pensarás que estoy loco...no te culpo, yo también lo empiezo a creer...en esas hojas Víctor demuestro que la extensión del infierno... que la extensión del infierno es increíblemente... mayor a la del cielo, tierra y sistema...solar juntos...imagínate Víctor, la extensión del infierno..." Me quedé helado, suspendido, era como una laguna inmóvil de la que salían unos vapores, eran los significados que se evaporaban, formaban una espesa niebla infierno yo no pensaba las aguas seguían tranquilas mudas extensión acaso sentía un firme golpeteo infierno extensión cielo no pensaba sentía un mareo asco infierno luego una burbuja emerge tímida está loco una idea resbaladiza está loco. "Está loco", pensé. Luego escuché los nudillos de Sandra tocando la puerta. Me incorporé y abrí la puerta. Sandra me dijo algo, no le hice caso; antes de salir miré a Ramón derribado en el escritorio.
2 de enero.
En todo este tiempo no he podido olvidar el "asunto" de las hojas de Ramón. Cada vez que ese recuerdo me asaltaba, me escudaba en un cobarde "Ramón está loco" o trataba de convencerme de la nimiedad de la cuestión; a mí, un hombre razonable, qué me importaba la extensión del infierno. Ahora, sin embargo, he doblado las manos: el problema de Ramón se me muestra en toda su catastrófica dimensión. Me he entregado a él y preguntas antes insospechadas agotan mi mente: y qué tal si hay un punto de intersección entre la extensión del infierno y la de la Tierra; o aún peor, qué tal si la Tierra se inscribe dentro de la monstruosa extensión del infierno.
Edgar Mejía Galeana
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
SONETO
De penas tengo en mi pecho un rebaño,
con insomnio y angustias lo apaciento,
y que engordará pronto, lo presiento;
de sus barbas y cuernos no me extraño.
Corazón que no ve, no sufre daño,
así pues, mi ceguera yo acreciento;
no me resfría del rumor el viento,
pues mi amada me abriga con engaño.
Para dormir no cuento cabritos, cabrones
es lo que cuento, rico ganadero
me vuelvo, pues, y olvido las traiciones
que más bien maritales tradiciones
deben llamarse, excepto por el "pero"
de carecer de mejores opciones.
Rubén Vázquez Narváez
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
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