De penas tengo en mi pecho un rebaño,
con insomnio y angustias lo apaciento,
y que engordará pronto, lo presiento;
de sus barbas y cuernos no me extraño.
Corazón que no ve, no sufre daño,
así pues, mi ceguera yo acreciento;
no me resfría del rumor el viento,
pues mi amada me abriga con engaño.
Para dormir no cuento cabritos, cabrones
es lo que cuento, rico ganadero
me vuelvo, pues, y olvido las traiciones
que más bien maritales tradiciones
deben llamarse, excepto por el "pero"
de carecer de mejores opciones.
Rubén Vázquez Narváez
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)
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