miércoles, 8 de febrero de 2012

HISTORIAS NATURALES



Tómese esto como una micro ficción:

Estando sentado en una banca, mi mano, misteriosamente, se halló asida a una nalga.

Ahora supongamos lo contrario de lo que versa el catecismo:

"Y Dios preñó a la Virgen, la cual tuvo el orgasmo más extraordinario de su vida"

Entonces en los instantes ficcionales del Meditador un ser estrafalario apareciócele. No es vano decir que su panza, enorme por cierto, estaba pintada con unos circuíos concéntricos al ombligo. Uno azul, el más grande; otro anaranjado, el mediano, y el que rodeaba al ombligo era amarillito, o sea el más chico. Este ser dijo al Meditador:

"Siento decirle, señor Meditador, que La Chingada lo espera y ni siquiera tiene derecho a contar los pasos de aquí a allá, ni de pintar su panza como la mía."

Cuando sentados en la playa aprecióse la chica y preguntó que había en la cajita, Barton Fink contestó que una cabeza cercenada hace dos días. La muchacha lo miró y le dijo: "Me sorprendes, Barton, a veces en serio me sorprendes". Barton me miró y dijo: "La inco­municación, eso es, quién hablaba sobre la incomunicación". Todos nos quedamos viendo el ir y venir de las olas sin decir palabra.

Se supone que ver las estrellas en una oscura noche de abril, sin luna y lejos de la ciudad provocará que en alguna parte de tu cerebro se ilumine el ojo de Kundalini. Entonces se podrán ver cosas nunca antes vistas como la explosión de una mano desde el interior o la versión de "La fuerza del cariño" según Pasolini.

Cuando El Visitador de cementerios se fue de Utopía dijo: "De todos encontré la tumba menos, la de Sir Thomas Moro".

Se le reprocha al Observador de estrellas que en ciertas ocasiones confunde al Toro con el Carro del Burócrata y Orión con la constelación de las Pléyades. Sin embargo, El Observador se defiende y argumenta:

"Se está propenso siempre a caer en el error cuando la dimensión de la investigación es fastuosa. Ustedes comprenderán que la búsqueda de la luz primera, de los residuos de la esfera primordial, es agotadora pero no por ello fascinante y estimulante; por tanto la sombra del error puede estar presente. El buscar el último suspiro del silencio, el que se ahogó en el sonido de la Gran Explosión, es una tarea, como comprenderán, de vital importancia, pues no busco estupideces, busco el origen de "todo", de todo lo que ves. Entonces comprenderán que un error es probable. Pero... un error, un simple error en esta investigación, se tornaría... abominable... horroroso..."

Memorándum: "Señor Qfwfq. Se le comunica muy atentamente que al próximo juicio que usted formulé la garganta le será arrancada, sus libros serán confiscados y sus historias (los cuentos con estructura de historieta, los barones rampantes, medios vizcondes y sus ciudades invisibles) serán quemadas."
En el baile Barton Fink grita: "Este es mi uniforme -se señala con el dedo la cabeza- con esto lucho. El pensamiento es mi arma". Entonces todos nos enfrascamos en una riña enorme, emulando otras guerras y simulando otras batallas. El duro golpe que recibo en el hígado por parte de un marinero rabioso me hace recordar que en cierto lugar del planeta se encuentra un punto exacto en donde confluyen todas las corrientes telúricas (el umbillicus) el lugar donde el Grial está enterrado y donde todos los números y las permutaciones de esos números se multiplican dando como resultado el número exacto de granos de arena y polvo que hay en el universo.

El Meditador medita: "Si me pinto la panza como este individuo, alguien querría hacer una película de ello, entonces correré el peligro de desvanecerme como el aroma de la plata o terminar quemado por un cinematógrafo defectuoso y viejo."

Cierta noche, durante una plática familiar en el lindero del terreno, un sujeto nos dio las buenas noches y se sentó frente a la fogata en donde se asaban elotes tiernos y papas. Con el recién llegado se entabló una plática que duró toda la noche. Se habló de subterráneos que cruzan el planeta y los monstruos que en ellos habitan, de laberintos majestuosos, conciliá­bulos de Iniciados, planes herméticos y venganzas milenarias. Al amanecer el individuo se despidió de nosotros. Al irse, pregunté al abuelo quién era aquel viajero."Tengo mis dudas -dijo el abuelo- sobre el verdadero nombre del forastero. Hace cuarenta y cinco años hablamos en este mismo lugar, de los mismos asuntos y era exactamente el mismo. No ha envejecido. Creo que pude ser El Judío Errante o el Conde de Saint Germain o puede que sólo sea una invención de nuestra flojera para no cuidar la huerta por las noches"

Tómese esto como otra micro ficción:

"Estando sentado en una banca, una mano, misteriosamente, se halló golpeando mi mejilla".

Marco Antonio Rivera 

Número 1 Abril-Junio 1993 (Revista de Literatura Scriptorium)

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